Sacerdotes andacollinos Eduardo Huerta y Haroldo Zepeda celebran aniversario 50 de Ordenación Sacerdotal

Andacollo se ha caracterizado por la cantidad de personas que consagran su vida al Señor entre sacerdotes y religiosas.  Este fin de semana dos andacollinos celebraron 50 años de Ordenación Sacerdotal, el Padre Eduardo Huerta y el Padre Haroldo Zepeda, ambos pertenecientes a la orden de los Misioneros Claretianos en una jornada de emoción y agradecimiento.

El año 1974, la Basílica Mayor del Santuario de Andacollo colmaba su capacidad para participar de la Ordenación Sacerdotal presidida por el entonces Arzobispo de La Serena, Monseñor Juan Francisco Fresno. Previamente los dos ordenandos se habían preparado en el Seminario Claretiano de Talagante y cumplidos los estudios de Filosofía y Teología, en Córdoba, Argentina, y en la Universidad Católica de Chile, respectivamente.

Cincuenta años después, la comunidad católica de Andacollo y de otras iglesias como Antofagasta y Santiago participaron de Eucaristía presidida por Monseñor René Rebolledo junto a diversos sacerdotes invitados de la Arquidiócesis y de otras diócesis del país.

En la celebración, se dio gracias a Dios por el servicio que durante años han entregado tanto el Padre Haroldo Zepeda, otrora párroco de Andacollo en la década de los 90 y también el Padre Eduardo Huerta quien también lideró el Santuario en la década del 2010.

PALABRAS DEL PADRE HAROLDO ZEPEDA

El Padre Haroldo agradeció el cariño de la comunidad, agregando que “la gratitud es el principal sentimiento que brota esta tarde de nuestros corazones, al celebrar junto al altar del Señor bajo la tierna mirada de nuestra madre de Andacollo y ante nuestras bodas de oro de ordenación sacerdotal; nos alegramos de la presencia de todos ustedes que nos acompañan no solamente con su presencia sino con la oración que esta tarde se eleva al cielo. Un recuerdo especial a todos los misioneros claretianos que han trabajado con la comunidad con los cuales hemos hecho camino y a tantas comunidades, hombres, mujeres, jóvenes, y niños de las distintas diócesis con los cuales nosotros hemos trabajado a lo largo de estos cincuenta años de vida sacerdotal. Y que nos han mostrado vivamente el testimonio de conocer a Jesús cada día más y de conocer también a los hermanos especialmente a los más vulnerables. Enseñándonos así a servir y a ser sacerdote.”

En la misa estuvo presente el sacerdote andacollino Ramón Javier Bravo quien leyó una carta enviada desde Roma y que fue dirigida a los que festejaban sus 50 años de servicio pastoral.

PALABRAS DEL PADRE EDUARDO HUERTA

El padre Huerta hizo un repaso de su vida sacerdotal. “Éramos muy jóvenes y no sabíamos cómo iba a ser esta vida. Era el gran misterio, cómo sería nuestro sacerdocio, por qué caminos nos iba a conducir el Señor, que nos había llamado en esta montaña. Hoy, después de 50 años, podemos ver el pasado y el padre Haroldo y yo lo hacemos con serenidad, con orgullo, con esperanza y con una fiel creencia en que Dios ha estado con nosotros y nos ha llevado de la mano. Parroquias, colegios, misiones, docencia universitaria, libros, pastorales, conducción de grupos, de jóvenes, adultos mayores, todo eso ha constituido nuestro camino como iglesia y al servicio de ella como sacerdotes. Y yo creo en la palabra del Señor que hablaba de esas pequeñas semillas de vida. El padre Marcos, que yo llamaba el padrino, fue el primero que me regaló una Biblia, una Biblia española. Y esa Biblia fue para mí un encanto para toda la vida y a ella he dedicado la vida en la reflexión, en la escritura, en la predicación. Y en octubre pasado tuve la alegría de entregarle al Papa Francisco tres volúmenes de los comentarios bíblicos de cada domingo y fiestas del año. Como un signo de mi vida entregada la Biblia al servicio de la iglesia que camina. Un trabajo para los guías espirituales, para los sacerdotes jóvenes, para catequistas, para conductores de comunidades de oración”

También hubo un saludo grabado del encargado de la Congregación de los Misioneros Claretianos, agradeciendo su trabajo y dedicación.

Finalizada la Eucaristía, los fieles felicitaron a los sacerdotes, quienes tuvieron palabras de gratitud por el cariño y oraciones de sus coterráneos.